Mediante la realización del diario reflexivo en las prácticas del Grado en Enfermería, se pretende que el/la estudiante demuestre responsabilidad en el aprendizaje y adopte una actitud crítica y reflexiva. De esta manera, también sirve para identificar y analizar situaciones que comportan dilemas éticos y/o legales que pueden encontrarse a lo largo de su etapa laboral.
El pensador estadounidense Donald Schön (1930-1997), influyente en el desarrollo de la teoría y práctica del aprendizaje profesional, afirma que las situaciones que vive un/una estudiante en prácticas son de carácter único y forman el conocimiento tácito (aquel que no se puede describir pero se acumula a través de las experiencias). Por ello, es necesario fomentar que el/la estudiante en prácticas reflexione sobre la acción para crecer desde el punto reflexivo y sedimentar el conocimiento práctico:
Quiero aprender a vivir cada minuto
Después de varios meses, y casi de repente; se han acabado las prácticas. Qué sensación más extraña.
Al principio fue cuestión de acostumbrarse a estar siete horas en urgencias. De repente me sentí en medio de algo para lo que no me hubiera podido preparar. Llevaba semanas convencida de que quería estar en UCI. No sé por qué en el último momento me ofrecí a ir a urgencias, pero doy las gracias por ese momento de inspiración.
Vivir no es algo que haya que tomarse como una obviedad. La delgada línea que separa estar bien y estar enfermo, tampoco. Son tan infinitas las posibilidades de que yo no existiera que, si uno se para a pensarlo, es aterrador. Las mismas de que, por azar o causalidad (según lo que cada uno crea) de un día para otro te encuentres dentro de un box de urgencias preguntándote en qué momento has dejado de estar bien, sano.
Entonces es cuando cada uno de los pacientes, mientras los vas pinchando, se lamentan y te cuentan lo bien que estaban hace cuestión de horas, días, o a veces años. Y ahora ya no. Es en ese momento cuando dejan de preocuparse por lo que les pasa y no paran de insistirte en que hay familiares fuera (a veces su mujer, marido, hijos o cuidadores), y verdaderamente les preocupa más el sufrimiento e incertidumbre de ellos que el suyo propio. Es increíble. También el hecho de que sufran más por la soledad y el desconocimiento que por la dolencia en sí. Me llamó la atención desde el primer momento y me partió el alma hasta el último paciente que atendí.
Me he dado cuenta de que puedes abrazar a alguien apretando fuerte su mano a través de dos pares de guantes, de que hay mucho más amor en la mirada del que queremos ver, y de que no se necesita ver la cara entera ni hablar para ver lo que lleva dentro una persona.
Me he dado cuenta de que la gente sufre mucho, y de que me había acostumbrado a pasar por la vida sin fijarme. He visto cómo cambia una persona de actitud cuando la miras y la tratas con compasión, comprensión y ternura. He visto cómo quiero ser cuando trabaje - sea de lo que sea -, cómo quiero vivir mi vida y también he visto en el tipo de persona en el que no quiero convertirme.
Empiezo a entender por qué todos los abuelos dicen lo mismo: "La vida pasa tan rápido... Tienes que aprovechar cada momento porque vuela y no te enteras", "Niña, no te hagas mayor, no se puede ser viejo", "Hace dos días yo era una jovencita como tú, el tiempo pasa volando..." realmente la vida pasa. El tiempo no se detiene y vivimos constantemente pendientes de la próxima cosa qué tenemos que hacer: cuánto tiempo queda para que sean las siete e ir a merendar, cuánto rato queda para meterme en la cama, el rato que falta para el plan de mañana, y nos olvidamos del paciente que tenemos delante contándonos algo importante para él, de la conversación que estamos teniendo con un compañero, etc. Nos olvidamos de lo bonito que es estar viviendo lo que estamos viviendo ahora mismo. No en un minuto. Ahora.
Es cierto, estas prácticas me han servido para aprender a realizar técnicas con soltura, a pinchar vías, perder el miedo a las gasometrías, observar la evolución de los pacientes e intentar anticiparme, aprender sobre un montón de patologías, sondar, etc. Pero lo que realmente me llevo es todo lo que he escrito en estas memorias.
Siento que he evolucionado mucho como persona y como profesional a lo largo de estos meses. Me gustaría agradecer profundamente a Nando por decirme que sí el segundo día de prácticas cuando le pedí si podía ser mi profesor. Por esa generosidad y atención que me han impulsado a no conformarme con mínimos, superarme y cuestionarme las cosas. Y también al equipo de tardes del Hospital de Barcelona, porque me he sentido verdaderamente una más. Han sido la almohada de protección que me ha dado la seguridad de saltar al vacío y perder el miedo, a pesar de todos los problemas y complicaciones externas que han aparecido por diversas razones en el equipo.
Solo puedo dar las gracias de corazón y agradecerte, Raúl, si has leído todo este texto hasta el final. Ha sido un placer, me llevo estos meses atesorados en el corazón.
Gracias
Elsa Vidal Durán